Días de Lluvia.

15 de mayo de 2014

 

 Algo me despertó. Unos ojos hermosos, redondos y verdes se encontraban en frente de mí, y  hacían ver más gris ese día invernal que se debatía entre lluvia, viento y nubes negras detrás de la ventana. Ese día, mi mundo se hizo más grande. Amé el invierno. En esos tiempos éramos inseparables, pasábamos hablando, tomando té, bailando y aun así nos guardábamos energías para contarnos  historias hasta tarde cerca de la chimenea, con chocolate caliente y una sola manta que nos envolvía.  Pero un día por una extraña razón, ya no podía acompañarte. Solo podía permanecer inmóvil viendo las flores crecer, y el sol bajo tu hermoso cabello. Y luego, dormí otra vez. Otro día desperté. Otra vez vi tus brillantes ojos verdes y tus suaves manos acariciándome. Volvía a llover. El sonido de las gotas golpeando la ventana y el techo eran música para mis oídos. Volvía el invierno y las tardes de brisa helada, con tu compañía. Era lo único que me daba vida, esa sensación de calidez de tu cuerpo y el frio exterior, anhelaba con toda mi alma que el gris de aquellos días, no se extinguieran jamás.  El tiempo pasó, no sé cuántas veces dormí y desperté, y no sé cómo sucedió, pero ya no estoy a tu lado. Veo corre tu silueta y tus cabellos dorados por la habitación. Te veo con otras personas, te veo crecer. Y yo, desde la repisa quedo olvidada, viendo con mis ojos de cristal cómo pasa el tiempo, desde los cálidos campos, hasta las lluvias del frio invierno.