
Por La Noche
Negro.
22 de agosto de 2012
Los primeros días de trabajo fueron tranquilos. Pasaba el día reconociendo la mercadería, clasificándola y ordenándola en su respectivo lugar. Teníamos un salón grande donde se atendían a los clientes, una habitación mas chica donde hacíamos trabajos por encargo y donde almacenábamos algunos de los productos que más se vendían, para reponer si hacía falta. Y luego por un pasillo largo pasabas a una especie de cocina donde almorzábamos en el descanso. De esa cocina y más al fondo se continuaba al baño y a una bodega más grande que el salón principal. Esta tenía dos pisos, el primero estaba dividido por estanterías que formaban tres pasillos iluminados por tenues tubos de luz blanca, al segundo piso nunca llegue a subir.
La bodega era un lugar frio, sucio y con olor a humedad, a cartón mojado y encierro, a pesar de las incontables grietas en las paredes y el techo, por donde se colaba el frio invernal. No iba muy seguido allí atrás, pero cuando iba no me gustaba. Había algo que me ponía alerta como si me observaran a cada paso que daba, así que por el momento evitaba ir allí cada vez que podía. Pero un día no tuve otra que ir. La bodega llena de cajas para tirar, entre otras cosas ya no daba abasto así que me enviaron a ordenarla y tirar lo que no se necesitara. Comencé por lo que estaba más cerca de la puerta intentando no adentrarme tanto a ese estremecedor lugar. Esperaba con ansias que llegara mi compañero a ayudarme y así no estar sola allí, pero la única persona que llego después de largas horas fue la jefa diciéndome que en el día estaría sola ya que mi compañero de trabajo había avisado que no llegaría, ya no recuerdo por qué, el solo saber que estaría todo el día sola en la bodega me había dejado en blanco, mi mente viajo por un momento intentando de comprender la situación, ¿por qué tener miedo de una simple bodega? ¿Por qué sentía que todas las células de mi cuerpo me pedían a gritos que saliera de allí? Respire hondo, intente calmarme, razone. Estoy sola, la única entrada es por la papelería, aquí atrás nada puede pasarme, así que di media vuelta y me dirigí hacia los pasillos de las estanterías para registrar la mercadería que teníamos, que faltaba y que no estaba en su lugar, o bien cual no estaba en condiciones de uso. En un lugar con tanta humedad cualquier cosa se estropea con facilidad.
Ya estaba cayendo la noche y se acercaba la hora de salida, por suerte solo me quedaba la ultima estantería peor con la oscuridad de la tarde tuve que ir a encender las luces, sino pronto me quedaría sin poder siquiera ver mi mano. Los tres tubos de luz encendieron al mismo tiempo, uno en cada pasillo. Volviendo a terminar con el trabajo de la última estantería, pase por enfrente al primer pasillo y un escalofrío que recorrió toda mi espina dorsal me detuvo en seco, el primer tubo luz comenzó a parpadear. De nuevo esa sensación de estar siendo observada me invadía y me impedía avanzar, sabía que estaba allí en el pasillo, mirándome, aunque viendo por el rabillo del ojo el pasillo estaba vacío pero el miedo me impedía girar la cabeza a verificar. Sin saber que hacer me arme de coraje, respire hondo y comencé a caminar. Las piernas me pesaban toneladas, el frio y el terror paralizaban mi cuerpo. Cuando pase por el segundo pasillo el tubo luz de este comenzó a parpadear y para confirmar que mi cordura había desaparecido, la tenue luz del primer pasillo ahora permanecía encendida sin pestañar. Mire el pasillo que ahora tenía enfrente mío y cuando la luz se prendía y apagaba juraría que se veían sombras corriendo, como quien va a la cocina de noche a oscuras y al encender la luz puede ver fugazmente la silueta de un ratoncito escondiéndose. Esto no puede estar pasando pensé, debe de ser un producto de mi cansancio y seguramente mi imaginación que vuela con tantas series de terror. Así que respire hondo una vez mas y me dirigí hacia el tercer pasillo. Ya enfrente a él no paso nada, lo que confirmo mi teoría de la imaginación y proseguí a terminar con el trabajo.
Ya finalizado todo me di media vuelta dispuesta a volver al salón delantero para entregar el informa a mis superiores, pero nuevamente ese escalofrío recorrió todo mi ser, paralizándome. Cuando quise dar cuenta la luz encima mío se encendía y apagaba cada vez a mayor velocidad. Sin poder moverme solo cerré los ojos, que ahora no dejaban de derramar lágrimas sin control. Sentí todo a mi alrededor, el frio, el viento que se colaba por las gritas e incontables cuerpos vaporosos, sin forma que me rodeaban, bailaban a mi alrededor burlándose de mi miedo, de mi incapacidad de reaccionar, de mi ignorancia. Los sentía susurrar y acercarse cada vez más, ahora rozaban y tironeaban mi ropa, mis cabellos. Era como estar atrapada en un torbellino en medio de una tormenta, debajo del agua donde el silencio es ensordecedor. Puse presión en mis parpados para cerrarlos aun mas, como si eso ayudara de algo, los sentía entre mis piernas, mis manos, mis dedos, rozaban mi cuello, sus heladas caricias me estremecían y quemaban. Aquel instante pareció una eternidad, los segundos no terminaban, parecía que el tiempo gozaba con mi tormento y se detenía solo a mirar. Por suerte termino, de un momento para el otro todo se calmo, hasta mis ojos habían dejado de llorar y ahora estaba allí parada sola. Abrí los ojos como quien despierta de una pesadilla y contemple todo, había un silencio absoluto e incomodo, el corazón me latía de tal forma que parecía que perforaría mi pecho, era todo una ilusión, tenía que salir de allí. Así que tome el cuaderno de notas que había tirado un momento atrás y al levantarme el escalofrío que parecía jugar conmigo volvía a inundar mi cuerpo. Mi corazón se detuvo, el silencio me desesperaba, y el miedo entorpecía mis movimientos. Seguía sin ver nada pero para terminar con cualquier duda, un suspiro helo mi nuca, estaba detrás de mí. Su respiración que hacía eco en todo el lugar perturbaba todo mi ser. Quería salir de allí... huir pero me era imposible, mis piernas no respondían, mis ojos observaban todo el lugar pero no veían nada, todo era confuso, y ahora como un títere, me giraban. Si, no sé cómo pero mi cuerpo giraba solo sobre sí mismo, como las bailarinas de las cajitas de música. Perpleja, confusa y asustada no podía creer que el pasillo estuviera vacio. No había nadie allí más que yo misma, no había nada más que las estanterías, la mercadería y la luz que cada vez era más tenue. De repente algo llamo mi atención, era mi sombra que crecía siniestramente comiendo todo a su alrededor, dejando todo en la oscuridad. Una oscuridad que ahora comenzaba a abrazarme tan fuerte que sentía como me estrangulaba. Cerré los ojos una vez más, no podía hacer nada mas, lloraba y no podía gritar ni debatirme, con solo intentar moverme el dolor aumentaba y yo gritaba mudamente ya que ningún sonido salía de mi boca. Solo las lágrimas parecían querer escapar de mi cuerpo, ahora no quedaba nada. Al abrir los ojos ya era todo negro.